lunes, 2 de diciembre de 2019

Cosas

No sé qué me pasa últimamente que me cuesta respirar. Las cosas que he guardado dentro, que he escondido por no poder asimilar, por no poder mostrar que me han herido profundamente no soportan seguir encerradas y los candados de mis puertas no dan para más. El resultado es el descontrol y el desconicimiento. Y seguir día tras día con esto como llevo siguiendo ya hace tiempo. Quizá es por la pausa, que les permite gritar para no ser ignorados, porque ahora ellos son los primeros, los delanteros, ellos programan el horario y las ganas y no aguanto como puedo. No es un estado alarmante pero yo siempre he sido alarmista. Fingir que las cosas resbalan es duro cuando algunas se incrustan y se infectan. Pero sólo por dentro, porque no quiero que nadie lo vea por fuera. A veces no pasa nada y todo está bien, otras veces el sobrecogimiento abruma. Ignoro lo que creo que es la causa, pensando que si no lo veo no lo siento, pero claramente lo siento, noto que lo siento porque noto que me falta el aire. La causa no es única, no es extirpable. Ojalá lo fuera. La admiración y las relaciones pueden ser cargas incluso cuando te hacen feliz. A veces siento cargas que no existen y que no son y luego me culpo. Pero solo porque no lo sean no quiere decir que yo no las sienta. El mundo cae sobre mis hombros que no tienen ni voz ni voto, que no tienen nada importante que decir. Pero el mundo cae igual sobre todos. ¿Por qué me afecta así a mí? Las heridas del mundo me duelen, cuando ellas nunca han buscado mi piedad, simplemente son.